Al menos eso cree Martha Ramírez Hernández, quien lejos de elegir una imagen religiosa para venerar, fue una ellas, la del Señor de Chalma, quien "escogió" a la familia Ramírez Hernández para que lo adoraran.
Cuenta
Martha que después de la revolución, su abuelo regresó a casa con la sagrada
figura de unos 50 centímetros de altura. Ahí la tuvieron “durante muchos años; era
de toda la familia y de nadie en particular -dice- hasta que un día, una tía se
la llevó a su casa con la intensión de apropiársela, pero durante el traslado
se les cayó y se le quebró un brazo.
Agrega
que otro familiar también intentó llevársela, pero le sucedió lo mismo: se les
cayó y se volvió a quebrar.
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